Emilio Rivas V | 29 de Octubre de 2021 a las 14:25
Hoy en día llevamos una vida llena de tecnología, en donde dependemos muchas veces de los dispositivos móviles, computadoras portátiles o algún otro aparato electrónico para realizar nuestras actividades diarias. Desde el lanzamiento de los primeros celulares portátiles en 1983 con el llamado “ladrillo” de DynaTAC, todo mundo quería tener uno en sus manos y fue hasta 1987 cuando, en una película de Hollywood interpretada por Michael Douglas, fue popularizado a nivel mundial, todos empezaron a buscar un teléfono inalámbrico con la finalidad de mejorar la comunicación y conectividad en sus vidas. Pero para lo que nadie nos preparó, fue para el día en el que esas tecnologías iban a consumir la mayor parte de nuestro tiempo. Así que, ¿podremos aprender a administrar correctamente el uso de estas tecnologías en el presente para que sean un complemento meramente benéfico y no nocivo, y que, dentro de la legislación al respecto en todos los países, se tome en cuenta nuestro derecho a la desconexión con la finalidad de cuidar nuestra salud física y mental?
Antes de que existieran todos estos avances modernos que nos ayudan a realizar tareas de una manera más rápida y fácil, la gente tenía que conformarse con el tiempo de espera que tomaba enviar una carta y que le llegara a su destinatario o realizar una llamada telefónica con un alto costo por minuto, así que los mensajes o conversaciones tenían que ser lo más breves posibles. Gracias a los desarrollos tecnológicos impulsados por ciertos eventos históricos en la historia de la humanidad, fue que pudimos empezar a conectar al mundo entero poco a poco, llegó la globalización. Para algunos, la globalización es un proceso de crecimiento económico mundial que es considerado muchas veces parcial, debido a que los países más ricos han logrado este avance con una mucho mayor rapidez desembocando en un progreso económico significativo, mientras que países más pobres han tenido que adoptar políticas más adaptadas a sus respectivos crecimientos económicos y políticos.
Muchos analistas consideran que la economía mundial se encontraba igualmente conectada hace 100 años que ahora, pero con la gran diferencia de que el comercio, los servicios financieros y las sociedades del mundo nunca habían estado tan unidos como hoy. Un caso muy reciente de lo dependientes que somos de estas tecnologías que logran que la globalización en el mundo pueda seguir operando la economía, el mundo financiero, el comercio y las sociedades, fue el caso de la pandemia a causa del Coronavirus. Fue gracias a los avances modernos que pudimos contrarrestar las restricciones de movilidad y seguir de esta forma con nuestras tareas diarias, logrando que el mundo entero no se paralizara por completo.
Con lo anterior, hemos llegado a un extremo en cuanto al uso de estos medios tecnológicos, en donde vivimos en un mundo de información ilimitada, en el cual se tiene diversas maneras de consumir información y datos de todo tipo. Las redes sociales, buscadores virtuales, noticieros, servicios de correo electrónicos u algún otro medio, nos mantienen interesados y al día con lo que está pasando en el mundo, vida laboral y nuestros intereses personales, haciendo que muchas veces nos sintamos saturados y busquemos formas de salir de esa realidad súper conectada, pero con sentimientos de desconocimiento del mundo real. Aquí entran algunas consecuencias de esta “realidad súper conectada”. Muchas personas confunden el presente y sus vidas fuera de las redes sociales con lo que ven en sus plataformas tecnológicas preferidas. Existe un sentimiento o necesidad de “pertenecer” y de “aprobación” tan profundo en esta “vida virtual” que, desde niños hasta adultos, aprenden y recitan lo que ven en todos estos medios, buscando replicarlos en sus vidas, sin muchas veces saber exactamente qué es verdadero, qué no lo es, qué es bueno y qué es malo. Todo lo anterior ha causado aumentos estratosféricos de sentimientos negativos y muchas veces innecesarios como la ansiedad, estrés, enojo y depresión, que consecuentemente llegan a los niveles más extremos de actos violentos o hasta suicidios. En Estados Unidos un artículo del New York Times habla sobre si los alumnos debiesen tener permitido faltar a clases para cuidar su salud mental, en donde estados como Arizona, Colorado, Oregon, entre otros, recientemente han pasado proyectos de ley en los que permiten a los estudiantes faltar al colegio declarando un día de salud mental. Otro ejemplo de un proyecto más avanzado de ley sobre el Derecho a la Desconexión Digital y bienestar es el de Europa, de acuerdo con una columna escrita por Carmen Fernández del periódico La Vanguardia, habla sobre qué es la desconexión digital y el porqué es tan difícil respetarlo en tiempos del COVID-19. El artículo dicta la Ley aprobada por El Parlamento Europeo de proponer una ley que permita que quienes trabajan digitalmente, puedan desconectarse completamente fuera de su horario laboral, significando que puedan apagar completamente sus conexiones durante las horas no laborables y sus vacaciones, “pero para que se cumpla este derecho depende de las políticas internas de cada organización, respetando los tiempos de descanso, intimidad personal y tiempos de ocio” escribió Carmen Fernández en su columna.
En México el pasado 29 de abril, el Senado aprobó el derecho a los trabajadores a la desconexión digital, en donde las organizaciones deberán transformarse y adaptarse a un acuerdo más flexible para con sus colaboradores, garantizándoles de igual manera su aislamiento de las conexiones fuera de su horario laboral. Según un reporte de Forbes México, escrito por Mónica Garduño, ante la adopción de esta nueva regulación del trabajo, OCC Mundial identificó que el 57% de las empresas lo consideran necesario, al 38% la reforma les parece escueta y para el 5% les parece completamente innecesaria. Con respecto a lo previo, ¿que no el recurso humano es el activo más importante de la mayoría de las organizaciones? Y ¿Por qué nos permitimos estos niveles de desgaste con tal de satisfacer razones externas a las nuestras?
Lo único que queda es proponer algunos tips para compensar los efectos negativos de esta saturación digital:
1) Lograr acuerdos mutuamente benéficos con las organizaciones o instituciones para lograr el balance de la salud mental de los colaboradores con la desconexión digital.
2) Individualmente poner límites de uso en nuestros dispositivos.
3) Borrar aplicaciones no necesarias.
4) Apagar las notificaciones no indispensables.